Agradecimientos

Mennum loxo du tàccu.
(“Una mano sola no puede aplaudir”, proverbio wolof.)

 

Este libro es el resultado de un largo proceso de investigación y son muchas las personas a quien tengo bastante que agradecer. El camino comenzó con mi querida amiga Vivian Carro quien en 1982 hizo llegar a mis manos el primer disco de música popular del continente africano que escuché. Luego Mauricio Rodríguez me prestó el primer libro que leí sobre esas músicas africanas. Claro que no se lo devolví y le agradezco tanto el habérmelo prestado como el no pedírmelo nunca más. Annette Pérez Quintana fue quien bautizó mi programa de radio, Rumba Africana, que me ha abierto muchas puertas. Lo que me lleva directamente a agradecerle a la distintas administraciones de Radio Universidad de Puerto Rico y a todos sus empleados quienes desde octubre de 2001 me han permitido transmitir Rumba Africana sin interrupciones. Gracias a Radio Universidad y su constante apoyo a Rumba Africana fue que comencé a publicar parte de lo que he ido aprendiendo sobre la música en África y que esa información pudiera llegar a un público amplio en un formato a un mismo tiempo pedagógico y divertido. Desde febrero de 2014 Rumba Africana también lo transmite Radio Cultural FM de la Universidad Autónoma de Barranquilla.

El Hadji Gueye, El Hadji Amadou Ndoye (1947-2013) y Sulaiman Adebowale quienes me brindaron una imprescindible ayuda y amistad en Senegal; mi querido amigo senegalés Mamadou Badiane también me ayudó a ubicarme en Senegal y es mi traductor de wolof y de serer y me ha brindado una enorme ayuda para entender a Senegal y África Occidental en general; también en Senegal agradezco a los músicos Fou Malade, Rudi Gomis y Ndiouga Dieng (1945-2016), quienes conversaron conmigo y sacaron tiempo de su ocupada agenda para concederme entrevistas; Agustín Lao Montes quien me ha ayudado a establecer contactos en Brasil y en Colombia y quien siempre ha sido generoso con su apoyo; al hermano bahiano Lucio Oliveira quien es mi cómplice en las
correrías musicales y en muchas otras cosas, ¡valeu irmão!; a Nicolás Contreras Hernández, mi cómplice en corrererías cimarronas y libertarias e intelectual riguroso con quien he aprendido mucho sobre el Caribe colombiano; Rafael Bassi Labarrera con quien he aprendido sobre música colombiana y cuya ayuda con entrevistas y material sonoro han sido fundamentales; Patricia Iriarte, quien leyó los borradores iniciales de los capítulos 1 y 2 y me hizo comentarios muy valiosos; también en Colombia me brindaron su desinteresada ayuda y conocimientos Emanuel Julio, Dairo Barriosnuevo, Fabian Altahona, Alex “Timbalero” Alemán, Osman Torregrosa, Emanuel Julio, Luis Alfredo Torres, Viviano Torres y Claudia Mosquera.

En Puerto Rico agradezco a: Oui Belissa Molina quien revisó la redacción de todos los capítulos menos el cuarto, a Angel «Chuco» Quintero quien siempre ha apoyado y comentado mi trabajo y me ha ayudado en la publicación de este libro, a Vivian Otero quien hizo las traducciones de las citas del inglés al español y a Margie L. Álvarez Rivera por preparar los mapas que aparecen en el texto. También a los amigos Noel Allende Goitía, Hugo Viera, Jaime Bofill y Ramón Rosario Luna con quienes participo en un grupo de discusión que creamos para conversar sobre nuestras respectivas investigaciones, criticarnos mutuamente y colaborar en la organización de espacios públicos para la discusión sobre música. Mis amigos Efraín Guzmán, Emilia Rodríguez, Mauricio Rodríguez, David Ortiz Albuquerque y Tito Otero han ayudado a que mantenga mi cordura y su amistad incondicional ha sido fundamental en mi vida. De igual manera agradezco a mi familia su ejemplo de tenacidad ante la adversidad y por haber entendido cuando tenía que desatenderla por estar escribiendo. A los(as) compañeros del dojo de Gojo Ryu Karate en Las Cumbres, San Juan le agradezco su solidaridad y ayuda para mantenerme saludable. Agradezco también a Leopoldo F. Fleming por concederme múltiples entrevistas y aceptarme en su círculo de amistades. A mi
amigo y colega matemático Pablo V. Negrón Marrero le agradezco haberme ayudado a no abandonar la investigación en matemáticas y en general por su apoyo constante.

En República Dominicana quiero agradecer a Darío Tejeda y a Dixa D’Oleo quienes han sido líderes en crear la excelente conferencia Música, Identidad y Cultura en el Caribe, donde he presentado varias de las ideas que forman parte importante de este libro.

Reconozco y agradezco también a la colega y amiga guineo-española Isabela de Aranzadi quien generosamente me ha compartido sus publicaciones y ha leído y comentado algunas de las mías. Agradezco a John Collins y a Kenneth Bilby por las fotos relacionadas al gumbé y también por su generosidad al hacerme llegar algunos de sus artículos.

Parte de la investigación para este trabajo la financió el Recinto de Cayey de la Universidad de Puerto Rico a través del Decanato de Asuntos Académicos y del Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias. El apoyo incluyó una licencia sabática, dinero
para viajes a Senegal y a conferencias internacionales y en general apoyo sostenido a mi investigación. Excepto por un rector, cuyo nombre no debe macular estas páginas, las administraciones de la UPR-Cayey así como la mayoría de mis colegas han apoyado mi investigación sobre música aún cuando soy catedrático de matemáticas. Es importante que destaque ese apoyo porque en demasiadas ocasiones los departamentos universitarios funcionan como sectas que dificultan el trabajo inter y multidisciplinario. La UPR-Cayey me ha brindado un ambiente académico casi inmejorable permitiéndome incluso, como parte de mi carga regular de trabajo, ofrecer un curso en el Departamento de Humanidades sobre la historia de la música afrodescendiente. Los y las estudiantes de ese curso leyeron una versión preliminar de este libro y sus comentarios me ayudaron a afinar la versión final que ahora pongo a su disposición.

Finalmente, quiero hacer mención especial de cuatro personas. En primer lugar le agradezco a mi maestro de historia de noveno grado, Armando Soto, quien desde que yo tenía 14 años de edad ejerció una gran influencia en mi formación académica e intelectual en general. En segundo lugar, agradezco a Isar P. Godreau por su apoyo constante y desinteresado, por confiar en mi trabajo en ocasiones hasta más que yo mismo y por alentarme a publicar. Eso, por supuesto, además de todo lo demás. En tercer lugar, le agradezco profundamente a Don Cristobal Díaz Ayala el siempre haber sacado tiempo para leer la mayoría de mis artículos y los borradores de este libro haciéndome llegar comentarios útiles y al grano. Le agradezco también sus consejos, su amistad y su aliento. Don Cristobal es una persona afable y generosa que ha sido fuente de inspiración para mí desde que tuve el privilegio de conocerlo.

Por último, pero no menos importante, le agradezco a mi hijo Daniel E. Montes Carro su amistad y complicidad así como por ayudarme con su excepcional oído musical. La música siempre suena mejor cuando la escucho con Daniel. Él es mi mejor compañero.